sexta-feira, 15 de agosto de 2014

“Nos unen más cosas que las que nos separan”

El destino común de Nuestra América, libro del investigador cubano Abel Enrique González Santamaría, fue presentado el miércoles en el Pabellón Cuba

 
 
            
Independencia e integración regional son el hilo conductor de El destino común de Nuestra América, libro del investigador cubano Abel Enrique González Santamaría, publicado por la Editorial Capitán San Luis.
 
El asesor del presidente de los Consejos de Estado y de Ministros Abel Prieto, a cargo del prólogo, calificó el texto como “hondamente martiano”.

“Hace un aporte meritorio con la fuerza de sus argumentos y el estilo novedoso de transmitirlos”, escribió.
 
González Santamaría es Doctor en Ciencias Políticas, Máster en Relaciones Inter­na­cionales, y experto en temas de política exterior y seguridad. Es autor además del libro La Gran Estrategia. Estados Unidos vs. América Latina.
 
En entrevista con Granma, comentó que El destino común… está dirigido fundamentalmente “a los jóvenes latinoamericanos y caribeños, en especial a los cubanos, quienes estamos teniendo el privilegio de presenciar un cambio de época en América Latina y el Caribe”.
 
—¿Qué objetivos se propuso con este libro?
 
—Sumarme a los que han hecho realidad el pensamiento martiano: “La historia de América, de los incas de acá, ha de enseñarse al dedillo”. También revelar nuestras fuerzas y potencialidades como región, y rendirle justo homenaje a todos los que lucharon y lograron alcanzar la independencia y unidad de Nuestra América, en particular a los líderes históricos de la Revolución cubana, Fidel y Raúl, y al entrañable amigo de Cuba, el Comandante Chávez.
 
Quería también responder dos interrogantes importantes para comprender el momento histórico que vivimos: ¿Qué habría ocurrido de Cuba aceptar el retorno a la OEA? ¿Se hubiera materializado el sueño de nuestros próceres? Esas respuestas las podrán encontrar los lectores en el libro.

—¿Por qué cree que el destino de Nuestra América es “común”?
 
—Tenemos valores comunes que nos unen como ninguna otra región del mundo: sentimientos anticolonialistas y antimperialistas, patrimonio cultural, identidad de lengua, costumbres, religión, entre otras.
 
—Aunque la integración latinoamericana se pensó desde hace 200 años, solo ahora ha sido posible la creación de un mecanismo como la CELAC. ¿Qué condiciones hay en la actualidad que antes no hubo?
 
—Estamos presenciando un declive de la hegemonía del imperialismo yanqui y un desgaste de los mecanismos de dominación que crearon en el pasado para someternos: la JID, el TIAR y la OEA. También fracasó la agenda neoliberal, que agravó a situaciones extremas la desigualdad social y la pobreza en la región. El ALCA fue derrotada y la llamada Cumbre de las Américas, cada vez está más cuestionada.
 
Pero a mi juicio lo más importante es que producto de todas esas complejas realidades, llegaron a la presidencia hombres y mujeres con posiciones revolucionarias y progresistas dispuestos a revertirlas a favor de las clases más oprimidas. Sin duda sus principales exponentes fueron Fidel y Chávez, que  marcaron el comienzo de dos nuevas etapas.
 
—En su opinión, ¿qué medidas concretas, no solo en lo político sino en lo económico, se podrían tomar para fortalecer esta integración?
 
—Existe la voluntad expresa de concretar programas de desarrollo integral, en áreas como la energía, infraestructura, el comercio intrarregional, la producción de alimentos, las industrias intermedias, las inversiones y el financiamiento. Se van dando algunos pasos, por ejemplo recientemente se celebró en Brasil el Foro China-CELAC, en el cual se acordó la creación de un fondo específico para financiar proyectos de infraestructura en el continente, llegando a 20 000 millones de dólares.
 
—¿Qué importancia considera que tuvo la última cumbre de la CELAC, realizada en La Habana?
 
—El solo hecho de que se realizara en la capital cubana, impensable hace pocos años atrás, refleja un reconocimiento al ejemplo que se ha ganado el pueblo cubano a partir de su resistencia y solidaridad, demostrada con sus hermanos de la Patria Grande durante 55 años de forma ininterrumpida.
 
—¿Qué importancia tiene que América Latina y el Caribe haya sido declarada zona de paz?
 
—En un mundo cada vez más en guerra, donde las potencias imperialistas irrespetan el Derecho Internacional y la Carta de las Naciones Unidas, es trascendental que los jefes de Estado y de Gobierno, en nombre de sus pueblos, asumieran el compromiso de buscar soluciones pacíficas a las controversias, respetar la soberanía, fomentar las relaciones de amistad y cooperación, continuar promoviendo el desarme nuclear y promover una cultura de paz.
 
—A su juicio, ¿cuáles son los principales retos que tiene la CELAC?
 
—Avanzar en la integración dentro de la diversidad y construir un modelo propio de cooperación basado en los principios de solidaridad y complementariedad, que permita reducir la pobreza y las desigualdades.
 
—¿Cómo hacer para que la CELAC no entre en contradicción con otros mecanismos regionales de integración como la Alianza del Pacífico?
 
—Existen diversos mecanismos de integración en la región que pueden converger sin afectar su funcionamiento, la Alianza del Pacífico es uno de ellos, como también lo es la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), que por cierto es un verdadero ejemplo de cuánto se puede avanzar solidariamente, pero solo la CELAC agrupa a todas las naciones libres del Río Bravo hasta la Patagonia.
 
—No todos los países que integran la CELAC ven a Estados Unidos como enemigo de la integración. ¿Cómo concertar intereses tan diversos?
 
—Ese es un desafío que estará siempre presente por el mercado que representa Estados Unidos, que se beneficia de nuestros recursos naturales y económicos. Pienso que no existe una fórmula única que permita concertar la diversidad de intereses, la sagacidad está en mantener este espacio de diálogo y concertación política como mecanismo que nos une y hace posible la aspiración de trabajar juntos por el bienestar de nuestros pueblos.
 
—¿Cree que estos procesos de integración regional son irreversibles?

—Es un pronóstico difícil, pero si analizamos su evolución histórica y su tendencia favorable, considero que son procesos indetenibles, que enfrentarán disímiles obstáculos en el tiempo, pero primará su continuidad basada en sus fortalezas que ya se aprecian en el concierto de las relaciones internacionales. Soy muy optimista. Tenemos que tener en cuenta que apenas está naciendo, aún está en los cimientos. Se están dando ya los primeros pasos en su construcción, pero requiere constancia y esfuerzos de todos sus miembros, que nada ni nadie logre separarnos, y aprender a vivir con nuestras diferencias. Nos unen más cosas que las que nos separan, ese es nuestro destino común.
 
Tomado de Granma
 

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